Llevaba dos semanas de confinamiento y ya no sabía que hacer más, me había mandado fotos por instagram con mis amigos, videos graciosos de gente haciendo cosas confinados en casa.
Mi madre me decía que hiciera algo de provecho en este tiempo libre, pero ponerme a cocinar con ella, puff que pereza me daba descubrir mi vena de cocinillas, otra opción es ocupar el sofá y ver todo el rato la tele, aunque esta idea no me parecía demasiado mala, tampoco me llenaba demasiado, siempre me decía mi hermana: ¡Ay Inés tienes el culo inquieto y no te entretienes con nada! Hazte la idea que esto va para largo.
Y me cuesta reconocerlo pero mi hermana tenía tanta razón, lo único que escuchaba en la tele era coronavirus, coronavirus, estadísticas y números que me ponían enferma, la gente tiene nombre, rostro y familia. Me enfadaba ver como se trataba todo este asunto, pero que podíamos hacer al respecto, encerrados en casa a parte de aplaudir e intentar dar ánimos, es impotencia lo que uno siente. Sí, porque aunque no se lo decía a mis padres echaba de menos a mi tía Tania y bueno hace más de un mes que escasamente teníamos noticias de ella, puesto que era médico en un hospital y cubría tantos turnos que no tenía casi tiempo de descansar. Pero no quería que vieran mis padres que era pequeña y vulnerable, ya que yo me consideraba lo suficiente mayor para no expresar este tipo de afectos.
Una mañana me levante más temprano de lo normal el sol lucía majestuoso entre las cortinillas de mi balcón y me anime a salir a que el viento diera un poco en mi rostro para notar que la vida seguía detrás de estos muros los cuales eran mi casa y se estrechaban cada día un poco más. Cogí papel y bolígrafo, si en vez del portátil, porque cuando me inspiraba necesitaba escribir y tachar, sentir que las ideas pueden fluir desordenadas y volver a empezar, quería escribir algo que en mi mente se agolpaban como un brainstorm “tormenta de ideas” y de ahí pensé que saldría algo chulo.
Y para mi sorpresa fue así, no es por alardear pero se me daba bastante bien escribir y bueno la carta de ánimos que había escrito para los sanitarios del covid 19 era espectacular, seguro que con eso podría animar a muchos profesionales en especial a mi pobre tía. De repente un golpe de aire, como un remolino se levantó ante mis ojos con la mala suerte de que mi carta salió volando y se estampo contra la ventana del edificio de una plaza que se erguía frente a mi casa. ¡Maldita sea! Exclame con toda mi rabia, no tenía copia y era impensable que pudiera repetir todo porque no había manera de reproducir tantas líneas. Mi vida se volvía gris en un instante y parecía un gato enjaulado dando vueltas por el balcón, intentando hallar la manera de recuperar ese papel, pero si mi mala suerte no era ya suficiente empezaron a caer las primeras gotas de lo que fue una de las tormentas más inoportunas de toda la semana.
Mis esperanzas se desvanecieron en ese mismo momento y muy enfadada me encerré en mi habitación.
Mientras que yo estaba encerrada y antes de que empezará a llover, una mano había salido misteriosamente de esa ventana y rescato el papel, pero estaba tan ensimismada en mis pensamientos dando vueltas que no me percate de ello.
En cuánto mi vida se paraba frustrada por mi pequeño fracaso, en el hospital donde trabajaba mi tía, los sanitarios trabajaban sin descanso y bueno una joven enfermera llegaba con una gran sonrisa al hospital.
¿Montse que te ha pasado hoy, que vienes tan contenta? Le decía su supervisor, hoy sabes que nos espera un día duro han ingresado 20 personas muy malitas con coronavirus y la joven enfermera que era efectivamente Montse respondió: pues que nos han escrito una carta muy bonita para darnos ánimos y creo que eligió mi ventana porque estaba muy desanimada y hoy lo veo todo diferente, sé que todo va salir bien.
Montse ni corta ni perezosa hizo copias suficiente para inundar todo el hospital con esa carta de aliento que le había llenado de tanta felicidad.
Todos sus compañeros cuando la leían esbozaban grandes sonrisas en un ambiente que especialmente reinaba el trasiego de gente corriendo y de verdadera preocupación, un hilo de esperanza se abrió ese día.
Yo mientras no hacía nada, puesto que lo único bueno que se me había ocurrido y se había frustrado en el intento, Pero decidí asomarme al balcón y vi como una mano se asomaba desde esa ventana donde para mí todo había acabado y para mi sorpresa salió una mano con un guante que lanzo un avión de papel que justo aterrizo en mi balcón.
Era cierto que este avión sería para mí o más bien se aburría esa persona y lanzaba avioncitos de papel por no hacer otra cosa, con cuidado y para que no me regañaran me puse unos guantes para cogerlo y lo abrí y nada en blanco, menuda tontería, pero espera por debajo estaba algo escrito y decía:” No sé si llegará a la persona que había escrito la carta pero mil gracias, ha sido un soplo de aire fresco, yo personalmente necesitaba estos ánimos, por favor podrías seguir escribiendo para los que más lo necesitan, estaríamos encantados de que nos hicieras llegar tus cartas.”
Pd: mi correo es: montse@hospitalucialicante.es, si he tenido suerte y ha llegado a la persona indicada, por favor no dejes de mandarnos tus ánimos o cualquier cosa que se te ocurra.
Mi madre me llamó en ese momento en el que estaba flipando, es posible que yo haya conseguido animar a todo un equipo médico y si le podía hacer llegar algo a mi tía también. Inésssssss!!!!!! Otra vez la voz de mi madre que me llamaba ya un poco histérica porque se me enfriaba la comida y odiaba que le hiciera esperar cuando todos ya estaban en la mesa, ya ves muy lejos no nos habíamos ido nadie.
Me senté a comer dándole vueltas a la idea maravillosa y en secreto que solo sabría yo y mi ordenador.
Nada más terminar de comer me encerré en mi cuarto y me preparé para empezar mis relatos, unos contando como la gente les aplaudía sin faltar ningún día a su cita de las 8, otra dando ánimos a los pacientes que necesitaban tanto de nuestro aliento para salir de ésta y otro más importante con un mensaje, el único que acompañe con un mensaje para mi tía Tania que se lo hiciera llegar porque la echaba mucho de menos.
Montse abría los correos feliz y repartía los escritos por el hospital, se protegía para entrar a la zona de la UCI y con toda la ternura les leía las cartas a los pacientes para darles aliento y con una sonrisa que se podía intuir bajo toda la protección, les decía os cuento un secreto, tenéis una ferviente animadora ahí fuera, que tiene un corazón que no le cabe en el pecho y sus miradas se iluminaban cada vez que hacía estas visitas.
Por eso cuando salió de su último turno se encontró con Tania, aunque no eran compañeras directas se habían cruzado un par de veces con ella y le dijo: Perdona, Tania esto es para ti, creo que es de una personita que te quiere mucho. Tania abrió los ojos y llenos de lágrimas le dijo a Montse, dile que la quiero a mi pequeña abejita. Ella sabrá que te lo he dicho yo….
Y en efecto, aunque estaba cansada cuando Montse llego a casa le escribió un correo con el mensaje.
Yo abrí el correo para seguir escribiendo y vi ese correo inesperado, venga Inés no te pongas nerviosa me decía entre sí y al verlo me puse a llorar de alegría, estaba bien y se acordaba de nosotros. Pletórica era poco como estaba ese día, canturreaba, ayudaba a mi madre y todo era porque me sentía feliz intentando animar a los demás.
Inés siguió escribiendo durante uno o dos meses y empezó a volver poco a poco a la normalidad, aunque se seguía aplaudiendo a los sanitarios y ese jueves fue diferente porque empezó a oír un montón de sirenas cerca de su casa y asomándose al balcón en pijama vio a un montón de policías, sanitarios a Montse su misteriosa vecina y a su tía Tania devolviendo ese gesto tan maravilloso y aplaudiendo a una mujercita de tan solo 14 años.
FIN
Me obligue a plasmar mis ojos en la luz del sol a través de mi ventana, ya que la libertad, esa libertad tampoco valorada se me había esfumado entre los dedos.
Y me encontraba navegando sobre mis más profundos secretos. Porque todos apartamos un poco nuestros deseos y los guardamos en una pequeña caja y decidí que ya era hora de hacer lo que me hacía feliz. Y no creáis que sea algo complejo e intrínseco. ¡¡Qué va!! Es tan sencillo como el subir a una terraza y tomar aire y soltarlo, sentir que era libre, pero libre de verdad, esa agradable sensación de sentirme bien, tranquila y en paz.
Ser capaz de retomar lo que me llenaba el alma y el corazón. Con solo un lápiz y un papel mi mundo se abría como un remolino de posibilidades que convertía el espacio de mi casa en el rincón más bello del planeta.
Las situaciones a veces nos pueden superar, solo debes encontrar el equilibrio que nunca pensaríamos buscar y yo gracias a que un día esta situación me hizo parar me volví a encontrar.